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martes, 10 de febrero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 8 y 9.

Capítulo ocho. Por lo que todos temían.
 

A pesar de haber marchado tantos años... demasiados para recordar, diría yo, me dejaron a cargo de una escuadra de centinelas. Las órdenes eran claras, teníamos que ir al otro lado del continente y emboscar a cualquier grupo de seres, a los que ya denominaban Orcos, que estuvieran talando el bosque. Nunca me había gustado la idea de darle muerte a nadie, pero ellos le estaban provocando un daño terrible a la naturaleza, con su deforestación.

A pesar de que las mujeres a mi cargo discreparon con la elección de sus superiores sobre que yo estuviera al mando, pronto se habituaron a mí. Hacía tiempo que no dirigía, pero en menos de un par de horas  ya parecía haber recuperado mi carácter, cosa que hasta a mi me pareció increíble.

Mientras marchamos durante varios días, trataba de conocer mejor a las chicas, aunque aún muchas de ellas se resignaban a hablar al principio. Poco a poco, las charlas comenzaron a ser más amenas, dentro de lo que la seriedad de la misión permitía, hasta tal punto que llegamos a hablar con total soltura. Las últimas horas fueron las mejores, pero todo lo bueno tiene su fin y cuando llegamos a la zona a peinar y preparar para la emboscada, hice que las órdenes fueran claras.

-E'va, Niv, quiero un perímetro ya mismo. Las demás, peinad el este y atentas a cualquier ruido. En cuatro horas nos vemos de vuelta aquí. ¿Alguna pregunta?-

-¿A cuántos nos enfrentamos, señora?- Preguntó una de ellas.

-No tengo ni la menor idea.- Respondí con total sinceridad, pues era la verdad

-Pero... ¿Y cómo vamos...?-

-Soldado, ¿qué somos?- Le interrumpí.

-Centinelas, señora.-

-Pues por el bosque, por Cenarius y por Elune, peinad un kilómetro a la redonda y hagamos pagar a esos cerdos.-

Las horas pasaron, mientras yo continuaba buscando inútilmente cualquier rastro en el bosque. Parece que aún no habían pasado por el lugar, pero estaban cerca, o esa era la sensación que tenía. Transcurrido el tiempo , volví al punto de encuentro, esperando que las demás hubieran cumplido. Me apoyé en un árbol y esperé su llegada.

-Señora, perímetro de quinientos metros asegurado.- Dijeron las dos que había encargado a explorar los alrededores.

-Bien, montad guardia cerca, y estad pendientes del camino.- Respondí asintiendo y dándole una palmada en el hombro a una de ellas.

Varias horas más pasaron antes de que el otro grupo volviese y llegué a preocuparme muy seriamente, pero gracias a Elune volvieron corriendo, completamente asfixiadas  y bastante alteradas.

-¡Señora, vienen del este, por el camino! Viene un grueso armado con hachas y algunas mazas, unos quince de ellos. Hemos tenido que dar un rodeo porque casi nos descubren, perdona la demora.-

Por un momento mis ojos se abrieron como platos. Contándome a mí, éramos siete, y ellos nos doblaban el número. Rápidamente hice cuentas, y comencé a pensar en alternativas, y a trazar la emboscada. No teníamos casi tiempo y necesitábamos ser eficientes.

-No pretenderá atacar, ¿verdad?- Preguntó una de ellas alterada.

-No tenemos opción. Hay que frenarlos como sea.- Contesté seriamente.

-Bien, ¡reagrupaos!- Grité entonces, ya dispuesta a dar las órdenes. -Vosotras dos, subid a esos  árboles y esconderos. Cuando dé la orden, abrís fuego sobre el grupo, tanto como vuestros brazos os permitan.  Y vosotras,  -Dije a otro par, el mismo que había hecho el perímetro.- quiero que cortéis ese árbol, y derribadlo en medio del camino.

-Pero, el árbol...-

-¡Sólo pedidle permiso a la naturaleza y punto! Las que quedan, preparad a los sables, atacaran junto a mi.-

Con las órdenes dadas, todo se desarrolló como predije, pero eso no era suficiente, necesitábamos ganar aquella escaramuza.  A los pocos minutos de prepararlo todo y de estar a cubierto, aquel grupo llegó al lugar. A pesar de ver un árbol en medio del camino, pensaban que era una ventaja y comenzaron a cortarlo, despreocupados, tras comprobar que no estaba podrido.

-¡AHORA!- Grité desde el árbol, disparando un par de flechas y bajando del mismo, con la guja en la mano.

La sangre salpicó el camino, los árboles, el césped... mi propia cara. Fue uno de los peores combates a los que había asistido hasta el momento, pero por desgracia, era necesario. Cuando todo terminó, sólo quedábamos tres de nosotras en pie, heridas con profundos cortes, y sobre un mar de sangre y cuerpos. A pesar de todo, ninguna discutió mis decisiones  y tomamos los cadáveres de las nuestras, los llevamos al interior del bosque y los apoyamos sobre los troncos de los árboles, deseándoles paz allá donde estuvieran. Subimos a los sables que no habían caído en combate y sin mediar palabras, fuimos a informar. Todas habíamos presenciado una masacre y visto morir a las suyas. A sus compañeras de escuadra, durante tal vez, mucho tiempo.  Ser centinela significa estar dispuesta a dar la vida por el bosque  y ellas lo habían hecho sin dudarlo.

Este había sido el primer día de muchos que pasaríamos en las fronteras de Vallefresno y había sido deplorable. Al llegar al campamento, nos percatamos de que a los demás grupos tampoco les había ido bien, pero resistimos día a día, esperando refuerzos. Cuando todo esto acabó, perdí a todo el que fue mi pelotón inicial y aún me siento culpable de sus muertes. Aguantar esos años allí tal vez fue demasiado duro para mí.

Me sorprendí mucho cuando nos llegaron órdenes de parar de emboscar Orcos, alegando que habíamos firmado una tregua. ¿Por qué dejábamos respirar al enemigo del bosque cuando estaba en su peor momento? Por desgracia, se me concedió la respuesta, cuando semanas más tarde terribles noticias llegaron a mis oídos. Cenarius había muerto en la lucha contra esos seres, pero por increíble que pareciera, eso no era lo peor de todo. Ellos había vuelto, la Legión Ardiente.  Una fuerte presión recorrió todo mi pecho y estuve a punto de llorar, cuando una carta a nombre de mi hermano llegó junto al mensajero que había traído aquel horrible comunicado. Thilenarion y Jaran habían partido al frente, para combatir a los demonios.

Se me vino el mundo encima y caí de rodillas. ¿La historia se repetía? Desde luego no iba a permitirlo. Mi destino ahora era Frondavil, donde estaba el grueso de La Legión, tratando de penetrar; el combate llevaba ya semanas desarrollándose, pero eso no me iba a detener. Por Elune, que iba a acabar con todos ellos.



Capítulo nueve. Sangre y lágrimas.


Me llevó días cruzar el bosque y lo hice sola. Había abandonado mi puesto pero, ¿quién no lo haría? Toda preocupación era poca, y sentía que mi corazón estaba a punto de explotar cada vez que pensaba en Thil y Jaran. ¿Por qué irían? Tal vez venganza u orgullo... o el mismo sentimiento de protección que yo tengo por el bosque. Cuando llegué al primer campamento me informaron de que habían más desconocidos ayudando, cosa a la que le di poca importancia. Cualquier ayuda era bien recibida, pero en ese momento, no era de mi interés. Los días siguientes, más y más noticias llegaron a mis oídos y todo parecía una locura. La Suma Sacerdotisa Susurravientos había liberado a Illidan,  despertado a Malfurión y a todos los druidas del eterno letargo. Cuando no veíamos esperanzas de ganar esto ni con ayuda de los recién llegados, el considerado héroe Malfurion vuelve para expulsar a los demonios. O eso, por lo menos era lo que todos esperaban. Yo confiaba en él pero era realista, es un hombre que llora, sufre  y sangra como nosotros. Necesitábamos ser más letales que aquel ejército maldito.

A pesar de buscar por el campamento información sobre el paradero de mi hermano y marido, no conseguí nada de nada y me vi obligada a acudir a las filas. Hoy entraba en combate, junto a un gran frente, que trataría de frenar a los demonios. Sentía ansias de defender a los míos, pero las de venganza por toda mi familia superaba y con creces a cualquier otra.

Recuerdo combatir con todas mis ganas en la primera línea y con tanta crudeza que mi guja se partió por dos de tres filos, hasta tal punto de tener que abandonarla y combatir con un mísero cuchillo. El frente era aterrador y habían demonios que nos sacaban varios metros de altura. Otros en cambio eran más anchos y cada cual más horrible. Cuando llevábamos varias horas combatiendo, en un ágil movimiento traté de tirarme sobre la espalda de un demonio de considerable tamaño, pero éste se había percatado de mis intenciones y yo no fui lo suficientemente rápida. Un coletazo me impactó en el vientre y salí despedida contra los árboles del bosque, rompiendo ramas con cada hueso de mi cuerpo, que en cada choque, pensaban en hacerse astillas.

Por desgracia no recuerdo nada más hasta que desperté, con un inmenso dolor, tumbada en el suelo. Había sangre por todos lados, al igual que cadáveres, pero la batalla parecía haber terminado. Había sido una masacre, para ambos bandos, pero nos habían superado y por mucho. Traté de incorporarme pero cuando lo hice, vi a una figura frente a mí. Llevaba una venda a los ojos y estaba examinándome. Me era demasiado familiar pero no caía en la cuenta de quién se trataba.

-¿Cómo se encuentra, Capitana Alaplata?- Comentó recién yo me incorporé. Nada más oír su voz recordé de quien se trataba, era aquel individuo y su grupo, al que le habíamos perdonado la vida en aquel mismo bosque.

-¿Comprende ahora para qué nos preparábamos?-

-¿Qué ha pasado?- Pregunté yo, agarrando mi cabeza.

-Lo evidente. Os han superado y ahora avanzan hacia Nordrassil.-

-Debo de ponerme en marcha.- Dije tratando de levantarme, aunque mi cuerpo casi me lo impedía, por los golpes.

-Alaplata, ¿deseas tener la fuerza necesaria para proteger? -

-¿La fuerza necesaria?- Pregunté extrañada.

-Sí, la necesaria para poder acabar con esos demonios de una vez por todas.-

-Ya la tengo, sólo necesito volver al monte.-

-No, no la tienes, eres débil. No habéis matado casi demonios y nosotros hemos acabado con casi la misma cantidad que vuestro batallón. Y sin bajas.-

-¡No necesito más poder! ¡Sólo quiero defenderlos!-

-Si mueren, no habrá nada que defender. Si aceptas, podrás tratar de defenderlo. Nada es seguro, pero aumentas las posibilidades, Alaplata.-

Cerré el puño con fuerza, mientras golpeaba el suelo. Sabía que no era una buena idea, pero por desgracia, era la única opción que tenía. Tras pensarlo muy seriamente, entendí que en mi condición no era posible hacer nada de nada, pues no avanzaría ni diez metros.

-Está bien...- Accedí finalmente, a regañadientes.

-No hay vuelta atrás y serás expuesta a un dolor terrible. ¿Sigues queriendo hacerlo?-

-¡Es la única manera que tengo! ¿Verdad? ¡Pues hagámoslo!- Le terminé gritando, con tal de que no se demoraran más.

Varios hombres me agarraron de los brazos y me ayudaron a caminar a duras penas, mientras marchábamos por un sendero improvisado, evitando cadáveres con los que tropezarnos. El lugar me era conocido y de hecho, reconocí la cueva que daba a aquel claro, nada más verla. Entramos al lugar y me llevaron a una de las cabañas. Me trataron las heridas y también me avisaron de que iban a  traer a un demonio, pero que no había peligro. ¿Un demonio? ¿me tomaban el pelo? A pesar de mi desconocimiento sobre ellos y mis ganas de matarlo, no tenía otra opción. El individuo, que más tarde se me presentó como ''Brinn'', me lo resumió en un ejemplo, que no tardé en entender y comprendí qué iba a ocurrir.

''Para matar a un monstruo, tienes que convertirte en un monstruo. El fuego, se combate con el fuego''.

lunes, 2 de febrero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 6 y 7.

Muchas gracias a aquellas personas que me han comentado los fallos que le ven. Sobre el asunto de las descripciones, no lo voy a negar, es bastante pobre. Por desgracia trabajar con tantos datos e ideas y con un tiempo muy limitado consume mucho tiempo, y yo no tardo precisamente poco es escribir. Tal vez algún día me plantee seriamente redactarla entera de nuevo. Quién sabe.



Capítulo seis. ¿Tranquilidad?

Me instalé en el interior del bosque, en Vallefresno, en una pequeña casa que me permití gracias a mis esfuerzos como centinela. No era gran cosa, pero era lo suficiente para una persona. Disfruté de la paz y la tranquilidad, aunque no por muchos años. 


Un par de siglos más tarde, ya estaba saliendo con Jaran, un chico que conocía desde que era pequeño y al que solía contarle historias cuando la escuadra pasaba la noche en Astranaar. Recuerdo haber bromeado con él, sobre mi edad y la suya, pero aún así no tuvo inconvenientes y fue él quien accedió a comenzar una relación hasta que terminamos contrayendo matrimonio.

De vez en cuando me tomaba el pelo, diciendo que desde que dejé las centinelas, me había vuelto una blanda. Yo le contradecía, pues no creía que fuera así. Sólo había que tener carácter para que la gente que estuviera a tu cargo te respetara. Cuando él venía con claras intenciones de tomarme el pelo, yo siempre se la devolvía con la misma broma, ''tengo más edad que tu madre''.

Tras el rito nupcial, se mudó conmigo y con nuestros esfuerzos combinados, construimos y ampliamos la casa, haciendo de ella un lugar realmente acogedor. Yo expresé mis deseos de querer vivir en paz, por lo que sólo le dimos la localización de nuestra casa a dos personas, a la hermana de Jaran y a mi hermano Thilenarion.

El tiempo en su compañía pasó rápido, tanto que aún tengo más ganas de él... pero los acontecimientos venideros cambiaron todos nuestros planes. Aunque ya lo sabíamos tiempo atrás, cuando di a luz a Isthas nuestra tranquilidad se fue por la puerta. Nunca me consideré una buena madre, por lo que a cada rato viajábamos a ver a Thil y pedirle consejo. Jaran aún era joven y aunque los dos podíamos educar al pequeño perfectamente, nunca venía mal alguna recomendación y más de alguien como mi hermano. Cuando se enteró de la noticia recuerdo quitarle una lágrima de la mejilla.

-Sabía que sentarías la cabeza, pero no de tal manera.-

-¿Y cómo esperabas que la sentara, Thil?- Le pregunté sonriendo, mientras veía como sujetaba a mi pequeño y jugueteaba con sus manitas.

-Yo... bueno sí,  sabía que estaba la posibilidad de que formaras una familia, y ...-

-¿Creías que viviría vieja y amargada, verdad?- Le interrumpí, bromeándole.

-Es que... no sabía nada. No me mandaste ninguna carta cuando quedaste embarazada. Y ahora, años más tarde, me apareces con un recién nacido por la puerta, alegando que es tu hijo.-

Estuvimos mirándonos durante unos segundos, ambos sonrientes.

-Maleanorn, sujeta al pequeño.- Le dijo a su hijo, el cual ya estaba convertido en todo un hombre, y aprendiendo las sendas del druidismo.

- Claro, padre.- Aunque lo cogió, parecía torpe. Era hijo único y no sabía cómo tratar con los niños, aunque minutos más tarde, ya estaba jugueteando con su primo.
Thil caminó hacia mí, y apoyó una mano sobre mi hombro, y otra sobre el de Jaran.

-Estoy orgulloso de ambos.- Dijo firmemente, mirándome primero a mí y luego a mi esposo.

-Oh, no te me pongas sentimental, Thil.- Bromeé, como siempre hacía con él y este tipo de situaciones.

-De ti es de quien más orgulloso estoy, Ylh. No sólo conseguiste hacer lo que realmente te apasionaba, sino que lo hacías bien. No es el mismo orgullo que sentí cuando te graduaste. Este es diferente, porque por fin he visto que tenemos un futuro por delante. Que somos una familia.-

Le abracé cuando terminó de hablar y durante varios segundos estuve pegada a su torso. Hacía tiempo que estaba alejada de Thil, pero mi amor incondicional por él no había cambiado en absoluto.

-Mi casa es vuestra casa, Ylh. Y cualquier problema, no dudes en acudir a nosotros.-

-Lo mismo digo, Thil. -

Nuestra estancia en su casa fue de un par de días, hasta que decidimos que era hora de volver a Vallefresno y comenzar con nuestros planes de futuro.



Capítulo siete. Colapso.


Thilenarion y su familia vinieron un par de veces a casa, buscando una tranquilidad aún mayor. Era increíble pasar las épocas festivas con todos juntos, en la mesa, riendo  y contando anécdotas. Además, me encantaba ver cómo año tras año, Isthas crecía, bajo el amparo y la guía de su primo Maleanorn. Fue tal la amistad que desarrollaron, que cuando Isthas cumplió los dos siglos, casi no pasaba por casa.

Ambos decidieron estudiar y seguir sendas del druidismo y muy probablemente fue influenciado por las historias y cuentos de Maleanorn. Si era lo que les apasionaba, yo no era nadie para negárselo, al igual que hizo hermano conmigo. Lo único que me molestaba era que estuviese semanas y meses fuera de casa, aunque sabía que si los dos iban juntos, nada malo ocurriría.

Podría decir que aquellos fueron los años más felices de mi vida. Aquellos en los que no faltaron las caricias de Jaran, los abrazos de Thil, el cariño de Isthas y el cómo me cuestionaba siempre Maleanorn, cuando yo me aprovechaba  para reirme de él. Pero nada es eterno.

Cierto día me llegó una carta de las centinelas, una misiva muy urgente. Probablemente Thil les hubiera dado mi dirección, asustado de la urgencia de la misma. La abrí y comencé a leerla detenidamente, mientras Jaran de brazos cruzados detrás mío me pedía explicaciones.

-¿Y bien? ¿Qué dice la carta? ¿Lloran por volver a tenerte en las filas?-

Yo me giré hacia él, cabizbaja, porque ya sabía lo que iba a decirle nada más leerla .

-Unos seres están talando el bosque al este. Talando desmesuradamente y acabando con todo.-

-Será broma, ¿no? No creo que hayan llegado hasta aquí después de las medidas que tomó...-

-¿Crees que te bromearía con algo así, Jaran?- Dije llorando, más por la pena que sentía por el propio bosque que otra cosa.

-Eh, eh. Tranquilízate.- Me dijo abrazándome, mientras yo cerraba con fuerza el puño.

-Yo... yo...- Por desgracia no conseguía articular palabra, por la impotencia del momento.-

-Ve allá donde necesites ir, defiende lo que amas. Pero no te olvides que tienes que volver.- Dijo él, adelantándose a mí.
Yo le miré tras unos segundos,  después de secarme las lágrimas y me besó. No recuerdo cuanto tiempo pasó, pero sé que durante el mismo, me tranquilicé.

-Gracias por entenderme, Jaran.- Dije finalmente, tras separarnos.

-No debes de agradecer algo que tengo la obligación de hacer. No puedo impedirte nada, Ylh.-

-Ya, pero...-

-Las palabras ahora mismo sobran. Sólo ve, no tardes y piensa en nosotros.- Dijo interrumpiéndome, con una enorme sonrisa en el rostro.

-Despídete de mi parte de Isthas.-

-Tardará en volver. Así que apresúrate y vuelve antes que él, así no hará falta.-

Con esas últimas palabras, me dirigí a mi cuarto y cogí mi vieja armadura de centinela, junto a mi guja y arco. Esperaba no haber perdido la práctica tras tantos siglos, aunque al recordar algunas anécdotas con la escuadra, recuperé nuevamente los ánimos. No tardé en marcharme y ver sin saberlo, casi por última vez mi hogar. Marché hasta Astranaar, se me fue concedido un sable y partí hacia Nordrassil, donde me dieron las pertinentes instrucciones.

lunes, 26 de enero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 4 y 5.



Capítulo cuatro. El gran comienzo.


Tal vez fueron demasiados los años que ejercí de centinela. Recuerdo que en mis primeros días, una de mis superiores me dijo que no duraría ni una semana... eso fue hace casi un milenio. Las primeras patrullas eran duras y a pie, nos ponían a prueba creyendo que no duraríamos ni la mitad de lo que pensaban. Incluso habiendo sido aceptadas, miraban a las novatas con recelo y esperaban que terminasen dimitiendo.

Nuestro trabajo solía ser bastante simple, patrullar los bosques, buscar irregularidades en los mismos... No solía haber problemas mayores. Aunque en la academia, siempre nos entrenaron bajo el miedo de una segunda invasión por parte de los demonios. No se necesitan guerreras expertas para simplemente patrullar un bosque.

El batallón de centinelas al que yo estaba destinada en un principio, se dedicaba a casi cualquier cosa, pero más tarde comenzaron a distribuirnos y a organizarnos y terminé al servicio de las Cazalunas, ahora como oficial. Nuestro trabajo, gracias a Elune, no distó mucho del que realizábamos, y continuábamos patrullando los bosques, informando y siendo informadas por los guardianes del bosque y las dríades.

Los años no pasaron en vano y de vez en cuando tuvimos algún que otro encontronazo. Lo que más acechaban eran demonios exiliados, que no habían sido aniquilados durante la guerra, y esperaban pacientemente que sus ejércitos regresaran. No era fácil acabar con uno de ellos e incluso vi a muchas de las mías morir. Aquello te hace recapacitar y recordar que nuestra inmortalidad se limita sólo al paso de los años.  Si tu cabeza rueda por el suelo, mueres igual que lo hace un cordero.

Todo esto, poco a poco me endureció, o por lo menos eso me decía Thilenarion cuando nos veíamos, y dejábamos las cartas de lado.

-Te has vuelto una tipa dura, Ylheria. Tienes el duro carácter de tu hermana.-

-Y tú siempre has tenido la misma pasión que padre.-

-¿Qué tal está el pequeño?-  Le pregunté cambiando de tema.

-¿El pequeño? Por Elune, hace casi un centenar de años que no te pasas por aquí. Ya de pequeño no tiene nada.- Dijo dedicándome una leve sonrisa.

-¿Tan rápido pasa el tiempo? Creí que no tardaría tanto en volver de nuevo.-

-El bosque, Ylh. El bosque absorbe tu tiempo y no es un lugar que parezca envejecer. No digo que sea nada malo. Es más, me sorprende tu pasión por el mismo.-

-¡Tía Ylh!- Gritó el ya no tan pequeño Maleanorn, mientras entraba por la puerta de la casa, con su cargamento de leña.

-¡Pero mira quien es!- Dije dando un par de pasos, y abrazándole.

-¡No aprietes tanto, me vas a asfixiar!- dijo entre risas, mientras la leña se le caía al no tenerla bien sujeta.

-¡Cuanto has crecido! ¿Cómo lo llevas? ¿Tienes idea de lo que quieres hacer de aquí a un par de años?- Me acerqué un poco más, sólo para susurrarle algo incómodo, que le sonrojase. - ¿Ya le tienes el ojo echado a alguna chica?-

-¡Tía!- Contestó indignado Maleanorn.

-Vale, vale, ya me callo.- Dije cerrando la boca, pero dándole un suave codazo, arqueando una ceja, insinuando lo mismo.

- ¿Y tú qué, Ylh? ¿ Aún no has encontrado a nadie? - Dijo hermano, sonriendo tras oír mi pregunta.

-Puede que haya alguien... pero quien sabe. El trabajo me mantiene siempre ocupada.-

-Deberías de darte algo de tiempo. Trabajar tanto es malo.-

-Tal vez... pero mira que han pasado años, y nunca me canso.-

-Sea como sea, piénsalo. Algo de tiempo para uno mismo es esencial. Tal vez instalarte en algún lugar y no ser tan errante. -

-Sí, entiendo a dónde quieres llegar.- Comenté algo pensativa. Es verdad que el tema me preocupaba, pero rara vez pensaba en ello.

-¿Cuánto vas a estar por aquí, tía?-

-Un par de semanas, tal vez. Me requieren para ciertos asuntos por los alrededores. Algo relacionado una especie de culto y demonios de por medio. -

-¡¿Qué?!- Comentó mi sobrino algo asustado.

-Tranquilo, ni te preocupes. Sólo son rumores y no ha ocurrido nada relacionado con el tema.-

-Ten cuidado, Ylh.- Dijo mi hermano.

-Siempre lo tengo. ¿Entonces cuento con tu humilde morada para poder alojarme?- Dije con un tono refinado, algo sarcástica.

-Oh, por supuesto, señora centinela. Aunque recuerde que no es mi humilde morada. Sino nuestra humilde morada. -

A decir verdad no estaba equivocado, pues era la misma casa en la que ellos había vivido mucho tiempo atrás, sólo que siempre había que cuidar la madera y había sufrido algunos cambios leves.


-¿Señora? Por favor, llámeme señorita.- Dije riendo, mientras salía por la puerta.

-Claro, señorita. No llegue tarde, o se quedará usted sin cena.- Contestó Thil, siguiéndome el hilo de la estúpida conversación.

Salí por la puerta, y me dirigí al cuartel, a buscar algo de información. ¿De qué narices se trataría esta vez? ¿Serían sólo rumores?


Capítulo cinco. Toda una vida ocultos.




 El lugar señalado era un perímetro cerrado dentro de Frondavil. No tardé en reagrupar a la escuadra,  montamos en los Sables  y emprendimos viaje al bosque. Por el camino, no dije ni una palabra, hasta que los ánimos no dieron para más, y mis propias soldado comenzaron a preguntar.

-Capitana... - Dijo una de las más recientes en unírsenos. -¿Es verdad que vamos tras esos tipos de los rumores?-

Simplemente no contesté y seguí galopando con el Sable, tomando la delantera.

-No deberíamos de hablar de ello. Simplemente limitarnos a sus órdenes y ya está.- Corrigió Nyl, una compañera que llevaba a mi cargo ya bastantes años.

-Tienes razón, pero no puedo evitar estar nerviosa. No es como las patrullas o los entrenamientos. Esto parece ser más serio.-

-Si no quieres acompañarnos, siempre puedo relevarte de tu puesto, soldado.- Comenté, harta de tanta charla. Lo único que la novata estaba logrando era poner aún más nerviosas a las demás.

-No quería... no me refería a eso, señora. Yo sólo, sólo trataba de...-

-Es suficiente. Mantente en silencio, sígueme, obedéceme y todo irá perfectamente. Considera esta salida parte de tu formación.- Traté de no ser dura con ella, pero había veces que estas situaciones me desesperaban y más valía hacer callar a tiempo que sufrir luego las consecuencias en la moral del equipo.

Tras varias horas de marcha, llegamos al lugar del que se nos había informado. Estaba en lo más profundo del bosque, un lugar casi inaccesible. Frente a nosotros, había una inmensa cueva, que parecía abandonada, la cual tuvimos que atravesar, pues había una fuerte corriente de aire, señal de una salida al otro lado. La cueva desembocaba en un precioso claro, en el que habían varias edificaciones simples, con troncos, bastante rudimentarias.

De nuestra espalda y sin habernos percatado, bajaron cerca de cinco figuras vestidas con largas túnicas de tela, amenazantes. Iban armadas, pero no nos atacaron en ningún momento. La novata, alertada, desenfundó su arco y disparó a uno de sus integrantes.

-¡No disparéis a matar!- Grité a pleno pulmón, nada más ver lo que hizo y como se iniciaba una escaramuza.

Aunque varias de las nuestras fueron reducidas, ninguna sufrió heridas. Yo ágil con el arco, cargaba las flechas de dos en dos, tensándolo en horizontal. Cada una de las flechas iba dirigida a las respectivas rodillas de los individuos, que no lograron esquivar casi ninguna. Todos cayeron heridos, a excepción de uno, que había soltado su arma y se encontraba con las manos en alto.

-Quítate la capucha.- Le dije, muy seriamente.

-Centinelas. ¿Os han enviado a matarnos, verdad?-

-¡Que te quites la puta capucha!- Grité nuevamente, tratando de intimidar.

Cuando se la retiró, pude ver lo que ya me esperaba, por la propia apariencia. Un elfo, y el resto también lo eran, evidentemente.

-¿Qué narices hacéis aquí  y por qué lleváis una maldita venda en los ojos?-

-¿No os han contado nada sobre nosotros?-

-Empieza a cantar.-

Una ligera sonrisa se apoderó del rostro del elfo  y acto seguido bajó las manos.

-Sólo seguimos su ejemplo y nos preparamos por si vuelven.-

-¿Si vuelven quienes? ¿El ejemplo de quien?- La preguntas eran cortas y secas, buscando la intimidación.

-Por si vuelven los demonios, La Legión Ardiente. Y seguimos el ejemplo de alguien a quien vosotros odiáis.-

-Ilumíname.- En aquel momento sabía a quién se refería y ya me había dejado bastante atónita respecto a la Legión.

-Illidan Tempestira, el hermano -dijo entrecomillando con los dedos la palabra- de Malfurion.


El corazón me dio un vuelco durante unos segundos. Es verdad que los más ancianos le tenían un odio irracional, pero yo no tenía motivos para odiarle a él ni a nadie, pues era una niña cuando todo ocurrió.

-¿Y qué hacéis aquí?-

-Entrenamos. Nos preparamos... vivimos como podemos.- Su respuesta parecía sincera, a pesar de su condición.

Pensé durante varios minutos cual era la decisión más acertada para este tipo de individuos. Mi deber chocaba con mi moral, me contradecía a mí misma. El corazón me ordenaba dejarles tranquilos, y mi cabeza, capturarlos y llevarlos frente a la justicia. Los pies se me congelaron y titubeé unos segundos. ¿Qué era lo correcto?

-Escuadra, en formación. Nos vamos.-

-¡¿Qué?! ¿Señora, pero no ve que  son un peligro? ¿Se ha vuelto loca?-

-¡¿Te atreves a incumplir mis órdenes, soldado?!- Grité aún más fuerte y pegada a su cara.

-No, señora, no.-

-¡Pues moved el culo y salir del lugar! No seré yo, ni ninguna de vosotras quienes se manchen las manos con sangre de los nuestros.-

-Pero Capitana Alaplata- Dijo Nyl, acostumbrada a llamarme por mi apellido.

-No hay ''peros''. Aquí no hay nada que hacer. Si alguien quiere informar, para aprisionar a los nuestros, que lo haga. Yo informaré por desacato y os aseguro que hundiré vuestra carrera si fuera necesario.- Aunque no hablaba en serio, había que meter algún tipo de amenaza, con tal de que se cumplieran las órdenes.

-Gracias por tomar esa decisión, Capitana Alaplata.- Dijo el individuo, haciendo una leve reverencia.-

Nos fuimos del lugar y tratamos de iniciar charlas de otra temática en la vuelta, para evitar tensiones. Al final todas quedamos de acuerdo y se escribió un informe falso sobre lo ocurrido.

Años más tarde, le cedí mi puesto a Nyl,  abandoné mi cargo y mis responsabilidades. Presenté mi dimisión a la Centinelas. Ninguna se creía lo que acababa de ocurrir, Alaplata había dimitido. ¡Qué sorpresa! Decían algunas. Otras, en cambio se alegraban. La verdad es que tenía ganas de sentar cabeza, irme a un lugar apartado y vivir en tranquilidad durante un tiempo.

Aunque aceptaron mi dimisión, siempre me permitieron volver, gracias a mi historial, pero cada vez que me lo proponían, me negaba. Me dan igual los años, me da igual mi experiencia. Estaba cansada, y por fin le había hecho caso a mi hermano.


sábado, 24 de enero de 2015

Ylheria Alaplata. Capítulo 2 y 3.

 Capítulo dos. Los primeros pasos en el nuevo mundo.
Nunca supe de dónde salió aquel árbol gigante, mi entendimiento cuando era una cría, era muy reducido. Papá siempre me lo explicaba todo, pero ahora, no estaba. Hermano me explicó que  habíamos sido bendecidos por un ''amigo'' de la misma persona que había plantado el árbol. A pesar de que Thilenarion no me sacaba más de cincuenta años en aquel entonces... estaba convirtiéndose en un padre para mi, más que en mi propio hermano. Aunque él nunca aceptó que le llamara de esa manera. Sólo trató de hacerme ver el mundo con nuevos ojos, ser optimista, y aprender a vivir de la propia tierra.

-¿Hermano, por qué no hay ninguna mujer drui- druidra- dui-. Trataba de pronunciar bien la palabra, es más, recuerdo haberla aprendido ese mismo día.

-Vaya, así que hoy te han enseñado lo que es un druida.- Dijo con su afable sonrisa,  mientras acercaba una silla a la mía, para tomar asiento.

-¡Sí! ¡Me han explicado que los hombres más fuertes ahora son druidas!- Comenté bajo la completa ignorancia.

-Bueno... resulta que no todos pueden serlo. Hay gente que tiene más o menos potencial. Ser druida, significa estar en sintonía con la naturaleza. Con los animales, con todo lo que nos rodea. ¿Me entiendes?-.

Asentí rápidamente, atenta a sus explicaciones, sacudiendo la cabeza repetidas veces.

-Tú podrías ser druida perfectamente, pequeña. Lo llevas en la sangre. - Dijo posando sus dedos en mis párpados cerrados, con suma delicadeza.

-¿Cómo que lo llevo en la sangre?- Comenté extrañada por sus palabras. -Tú eres mi hermano, también podrías, ¿no?-.

-Sí, podría. Pero aunque todo el mundo desea dedicarse a ella, a mi en cambio es algo que no me atrae lo suficiente. Prefiero cuidar de mi hermanita y contarle historias.- Dijo sacudiéndome el pelo, con un tono bromista.

-¡Oye!- Comenté llevándome las manos a la cabeza, tratando de agarrarle.

-Esos ojos ámbar, Ylh. Esos ojos ámbar significa que tienes una gran conexión con la naturaleza. Suelen ser un augurio de que serás un druida de cualidades excelentes.-

-Pero me han explicado que las mujeres debemos de ser sacerdotisas y dedicarnos a otras labores. Que no podemos ser druidas. ¿Por qué?-

-Porque el mundo aún no está preparado para ver mujeres druidas. Ya llegará vuestro momento.- Comentaba mirándome fijamente, sonriente. -¿Quieres un consejo?-

-¡Claro!- Como siempre, estaba eufórica con sus enseñanzas.

-Elige tu propio camino. Que nadie te diga lo que debes hacer o no. Tú eliges lo que quieres y no otros.-

-¿Puedo hacerte una pregunta, hermano?-

-Las que quieras, pequeña.-

-¿Por qué no seguiste tú el camino del druidismo?-

El silencio prevaleció unos segundos que parecieron eternos. Parecía estar pensando bastante su respuesta, hasta que finalmente se decidió.

-Porque sentía la necesidad de cuidarte a ti, tú me necesitas más a mí que la naturaleza. Además, conlleva demasiadas responsabilidades, y siempre he sido un hombre de gustos simples.  -Comentó con toda su sinceridad. La verdad es que no llegué a entender su sacrificio hasta bien pasados los años. Cuando me terminé dando cuenta de todo.

Las primeras décadas tras el florecimiento de Nordrassil fueron los más amenos que pasamos, disponíamos de bastante tiempo libre y podíamos disfrutar el uno del otro. Pero como era de esperar, yo crecería, así como también lo haría mi curiosidad... Algún día tendría que explicármelo todo.





Capítulo tres. El sendero correcto.

Recuerdo que mi adolescencia estuvo plagada de emociones, pero también de un fuerte sentimiento de protección. Gracias a las enseñanzas de mi hermano, logré encontrar lo que verdaderamente me gustaba. Como era de esperar, rechazaron instruirme en el druidismo, por mi condición, según alegaron ellos. Ni si quiera discutí esa decisión. Decidí unirme a las centinelas, pero aquel proceso no sería de la noche a la mañana. Para proteger la naturaleza y defender nuestros bosques, necesitaba ser fuerte y nunca había entrenado en serio.

Pasé varios años entrenando y fortaleciendo el cuerpo, hasta que por fin me vi preparada para el examen de ingreso, el cual pasé sin dificultades. Pero no sólo necesitaba físico para aquel trabajo. Aunque me emocionaba, siempre había odiado estudiar, pero por desgracia no me quedó otro remedio.

En el tiempo que pasé en la academia, estudiamos la geografía de todo el continente, supervivencia básica, aprendimos a usar el arco, nuestras Gujas  y a utilizar el cuchillo. Los exámenes físicos una vez nos unimos, eran aún más duros que los de ingreso y al final de la instrucción, sólo quedábamos unas pocas, de las cientos que habíamos entrado en un principio.

Vestí con orgullo mi uniforme el primer día que me lo dieron y fui a casa con una sonrisa de oreja a oreja. Tras muchos años, había logrado algo en la vida de lo que sentirme orgullosa y de lo que hacerle sentir orgulloso a él. Toqué en la puerta, esperando que me abriera, para darle la sorpresa. Él era consciente de las horas que había gastado entrenando y estaría igual de contento.

-¡Tachán!- Extendí los brazos nada más abrió la puerta para recibirme.

-¿Pasaste las pruebas?- Me dijo mi hermano,  atónito.

-¡Sí!-  Grité yo dando un salto frente a él y abrazándole

-¡Eso es genial, Ylh! Te dije que si te esforzabas lo conseguirías. Y lo has hecho.-

-Gracias por todo, Thil.- Comenté casi susurrándole, aún pegada a él.

-No tienes nada que agradecerme.- Comentó humildemente.

-Siempre has estado ahí para mi y te has preocupado más de una enana que por ti mismo.-

-Era mi obligación como tu hermano.- 


-Por eso te lo agradezco. Fuera tu obligación o no, me dedicaste todo ese tiempo.- Comenté separándome de él.

-Bueno. Volviendo al tema, ¿Ahora qué harás?-

- De eso quería hablarte... Vengo a despedirme. No volveré en un tiempo.-

-¿Y eso?-

-Me han destinado a Vallefresno y no creo que salga de allí por mucho tiempo. -

-Comprendo... pero mira el lado positivo, ahora tienes un propósito en la vida. Además, el tiempo  es algo que por el momento nos sobra.-

-¿Puedo pedirte algo, Thil?-

-Lo que quieras.-

-¿Podrías... contarme lo de aquel día?- Comenté cabizbaja, y con un tono algo desanimado.

-Ya veo... supongo que algún día querrías saberlo. Entra y hablemos de ello, entonces.- Respondió el, tornando su sonrisa a un rostro serio e inexpresivo.

Los dos nos sentamos en la mesa de casa, uno frente al otro. Yo estaba nerviosa, pues siempre había querido saber lo sucedido y este era el momento. Thilenarion, en cambio parecía sereno, pues ya había superado aquello con el paso de los años. Aún así, no le gustaba tener que recordar pero hizo un esfuerzo, tomó aire profundamente un par de veces  y comenzó a hablar.

-Papá y mamá... No sé si recordarás mucho de ellos,  pero explicaré desde el principio.-

-Recuerdo los besos de mamá... y los cálidos abrazos de papá. Pero... no recuerdo sus rostros.-

Él dedicó una sonrisa algo forzada para esa situación y cruzó los dedos de sus manos, sobre la mesa.

-Papá era un hombre valiente, que no dudó en protegernos hasta el último momento. Mamá... ella era simplemente el amor personificado. Recuerdo que veló por nuestra seguridad hasta el final.
Supongo que aún recordarás nuestra casa a las afueras de Zin ' Azshari, bajo el manto de aquel árbol donde estaba el columpio, en el que te pasabas horas y horas balanceándote y riendo.-

-Sí... recuerdo que mamá solía empujarme por las tardes, cuando el sol ya se ocultaba tras la montaña.-

-Sí... allí teníamos un lago, muy parecido al que tenemos ahora. Lo que todos conocen por ''El pozo''. Ahora como bien sabes, está prohibido usar sus energías, pero en aquellos años, si se usó y en exceso, por un grupo reducido de los nuestros. Por lo visto, hicieron tratos con un ejército de demonios , que llegaron a la ciudad a través de una especie de portal. Tenían cuernos, y usaban una magia muy poderosa. Querían hacerse con nuestras tierras, y nosotros íbamos a impedírselo. Fue así como comenzó la guerra.

Papá se unió a la causa y de inmediato combatió en la guerra. No podía ver como sus hermanos morían. Además, si perdíamos aquella guerra, todos moriríamos.  ¿Recuerdas a Thylanus y Mytvaaenna?-

-A hermano no le recuerdo mucho... pero a Mytva sí. Recuerdo que me enseñó muchas cosas de pequeña.-

-Pues ellos siguieron el ejemplo de padre y se unieron a la causa también. Nunca había visto a hermana tan decidida en algo e incluso su mirada me asustó en aquel momento. Mamá por su parte, estuvo mucho tiempo con nosotros, mientras la guerra proseguía. Pero por desgracia, no soportó ver a su marido y sus hijos ir a la guerra, mientras ella se quedaba de brazos cruzados. Me dijo que te llevara al Oeste, que huyéramos allí mientras pudiéramos, que un grupo de refugiados de los nuestros estaban reunidos por el lugar. Tras dejarte a mi cargo marchó, para no volver.

Nunca tuve noticias de ellos. El portal de aquellos seres colapsó junto al pozo y originó un gran temblor que azotó al mundo. Fue lo que nos dividió en continentes y se llevó buena parte de la tierra al fondo del mar. En aquel momento, supe que estábamos tú y yo solos. Seguí con aquel grupo, hasta que llegó Cenarius, aclamado por todos junto a los Tempestira y Susurravientos. Eran considerados héroes, por acabar con los seres que trataron de aniquilarnos. Pero aquella guerra nos costó lágrimas, mucha sangre y nuestro hogar. Fue entonces cuando decidí seguirles y llegar hasta donde ahora estamos.-

Durante toda la explicación hablaba pausado y  me miraba fijamente. Él creía que no iba a perdonarle por haberles dejado ir, pero en cambio, me alegré por nosotros.

-Hiciste lo que madre dijo. Podías haberme abandonado a mi suerte y seguir su ejemplo. Ya estabas en edad de combatir. Pero aguantaste esos deseos y decidiste hacerte cargo de mí. ¿Y después dices que no tengo nada que agradecerte? Hermano, te debo la vida. No sé cómo has podido vivir todos estos años sin contarle ni una palabra a nadie y sin hablar de ello.-

-Bueno, llegó el momento y te lo acabo de contar. Ahora sabes la verdad y es algo que te acompañará de por vida. La ignorancia da la felicidad, Ylh. Y gracias a eso no viviste amargada, como yo lo estaba todos estos años.-

Me levanté de la silla, me acerqué a hermano, y le abracé con todas mis fuerzas. No sabía la presión a la que había estado sometido, ni que tuviera que guardar tal cúmulo de sentimientos durante tanto tiempo.

-No te defraudaré, hermano. Defenderé los bosques.-

jueves, 22 de enero de 2015

Ylheria Alaplata.

Buenas.

Desde luego no es el mejor relato que he escrito, no es una obra literaria e incluso puede tener alguna que otra falta de ortografía. Pero realmente me la trae floja, si a mi me gustó escribirlo, a alguien también le gustará leerlo.

Como ya comenté, es un relato ambientado en el universo de Warcraft, que escribí para un concurso en cierto servidor de rol. Tenía un plazo para escribirlo, por lo que lo acoté bastante y me apuré en terminarlo. Quien sabe, tal vez algún día lo continúe hasta darle un final apropiado. De momento os dejo el primer capítulo y ya lo iré publicando posteriormente de dos en dos, porque entre el que ando escribiendo y los estudios, no tengo tiempo para mucho más.

Sed Felices.



Ylheria Alaplata


Prólogo. Oculto bajo el polvo.


Hacía muchísimos años que no pasaba por ''casa'', o por lo menos, uno de los sitios a los que pudo llamar hogar. La cabaña estaba bastante vieja, mohosa y recubierta por dentro por una extensa vegetación.  El paso de muchísimos años sobre aquellos viejos troncos, los había humedecido y podrido, aunque el lugar aún olía como el mismísimo corazón del bosque. Un par de pasos resonaron en la poca madera que no estaba cubierta por las enredaderas que por el suelo  se extendían. Resonaban en toda la casa, completamente vacía, tanto de personas, como de recuerdos para los que mereciese la pena hacer memoria. Una gran mesa ocupaba toda la sala principal, con sus respectivas sillas, roídas por los animalejos del bosque. Hubo un tiempo en donde aquellos asientos estaban ocupados, y las charlas eran distendidas. Un lugar donde podía hablar con su gente, de igual a igual. Pero ya hacía demasiado tiempo que no hablaba con nadie... ¿aún sabría hacerlo?

Avanzó pegada a una de las paredes de la casa, rozando con la yema de sus viejos y callosos dedos el par de sillas que se encontró por el camino, así como la pared, y el moho que crecía en los troncos. Lo único que de verdad valoraba de aquel lugar, es que en antaño fue el único sitio donde la gente a la que consideraba su familia, se reunían y contaban sus anécdotas pasadas. Pero ahora, todos están muertos, o han desaparecido. Lo  seguro es que ella estaba ahora en aquel lugar, y respirando ese aire.

Sus pasos la terminaron llevando hasta una estantería,  donde había un viejo libro oculto tras otros muchos, todos humedecidos por el ambiente, y probablemente por algunas gotas de agua, filtradas durante la lluvia. Incluso la estantería parecía estar a punto de quebrarse en cualquier momento. En la tapa del mismo, de cuero, había una gran estrella grabada, desgastada por el paso de los años, ya no por estar allí abandonado, sino por todo el tiempo atrás que la había acompañado. ¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? Cerca de diez mil años y el libro aún era legible.

Ylheria lo abrió, y pasó la yema de sus dedos por las hojas escritas. Una lágrima se deslizó por su mejilla, tras empapar la venda que llevaba en su rostro. Le hubiera gustado poder leer aquello con sus propios ojos y no tal y como lo hacía ahora, teniendo que reconocer la forma de las letras. Antes de comenzar a leer fue a la primera página, donde se encontró una pequeña anotación, que la sorprendió, pues ni si quiera la recordaba.

''Que Elune guíe mis pasos y me lleve por el buen camino.''.

Ylheria no pudo evitar derramar más lágrimas aún, mientras sus rodillas cedían, y caía completamente arqueada al suelo. Entre sollozo y sollozo, logró pasar las primeras páginas, en blanco, hasta  llegar donde comenzaba el diario. Se reincorporó, se secó las lágrimas pasando su pulgar bajo las mejillas y se retiró la venda de su cara, para que se secara, dejando al aire las cuencas vacías de sus ojos. Aunque normalmente evitaba ese tipo de situaciones, ahora estaba sola y en medio de ninguna parte. Era algo que se podía permitir. Comprobó que la silla al lado suyo no se partiese nada más sentarse y tras ello, se acomodó, posando sus brazos y el libro en la desgastada mesa.

-Algún día tendré que recordar el pasado...- Dijo en un tono tan resquebrajadizo como agudo.

Bajó la vista, y comenzó a leer su viejo y anticuado diario, el cual, sin duda alguna, la haría llorar más de una vez y obligarla a detenerse en la lectura.

''Recuerdo que mi hermano...''



 Capítulo Uno.  Un nuevo lugar donde vivir.

-Aquel fue el dolor más insoportable que había sufrido en toda su vida, pero en ningún momento decidió parar. Ni una lágrima bajó por sus mejillas, ningún sollozo, producto de una débil mueca de su respingona nariz; ni si quiera un quejido que delatara todo el sufrimiento al que estaba siendo expuesta.  Sólo la acompañaba el silencio, y una tenue iluminación, que dentro de poco, ni si quiera podría distinguir.-


Recuerdo que mi hermano me cargaba a su espalda, mientras dejaba a su paso un mar de lágrimas. Nos adentrábamos en el continente, dejando atrás lo que un día fue Zin ' Azshari, pero lo que es aún más importante: nos íbamos de allí, dejando atrás nuestro hogar y nuestras raíces.

-¿Hermano, dónde están papá y mamá?- pregunté aún en mi dulce inocencia, y casi sin saber hablar. No medía ni tres palmos en aquel entonces.

-Ellos... no volverán. Se han ido con Elune,  Ylh.- Contestaba él, soportando una presión enorme, y tratando de darle su mejor sonrisa a aquella niña pequeña.

-¿Y Thyl? ¿Y Mytva?- Preguntaba por sus hermanos mayores, pues tampoco los veía desde hace mucho.

-Ellos están con papá y mamá. Han ido a ver a Elune, y se quedarán con ella por siempre.-

-Yo también quiero ver a Elune, quiero ir con ellos.-

- A ese lugar sólo pueden ir los mayores, así que no tengas prisa.-

-¿Y tú por qué no fuiste con ellos? Ya eres mayor.- Preguntaba inocentemente, malinterpretando sus palabras, como haría cualquier niño.

-Porque alguien tiene que cuidarte, pequeña.- Dijo quitando una de las manos con la que la cargaba a la espalda, y revolviendo su morado pelo.

-¿Y dónde vamos ahora?-

-Ahora... nos dirigimos donde él nos guíe.- Comentó señalando a una figura de las que iba encabezando  la marcha.

-¿Pero por qué él? ¿Quién es?-  pregunté sin entender nada.

-Él... su nombre es Malfurión.-  Él también estaba confundido con  la nueva situación a la que se enfrentaban, pero no tenía dudas, de que si estaban vivos era gracias a él, y a Cenarius.



Así pues, seguimos con pasos firmes a la cabeza del grupo, que parecía llevarnos bastante lejos. Estuvimos días y días caminando. Hace tanto tiempo de ello, que no recuerdo hasta si fueron semanas. Pero al fin, llegamos a lo alto de una montaña desde la que se podía ver todo Azeroth con solo girar sobre uno mismo. Mi hermano me dijo que aquello era el monte Hyjal, y que ahora, sería nuestro hogar por lo menos durante un tiempo.

Cuando llegamos, a pesar de estar extenuados, parecía que no todos estaban contentos. Aquel llamado Malfurion discutía con uno de los nuestro. Incluso recuerdo haberle preguntado a mi hermano que por qué llevaba una venda en los ojos. Todos parecían descontentos, y no entendía por qué. Con los años no tardé en averiguarlo, pero en aquel entonces, hasta me preocupaba por aquel individuo. Sólo oía comentarios angustiados a mi espaldas.

-¡Ha restaurado el pozo!-

-¡Merece lo peor!-

¿Qué pozo? ¿Por qué le desean lo peor? Ni si quiera supe por qué nos ''mudábamos'', y por qué el mundo había sido sacudido, con un inmenso temblor. No sabía por qué Azeroth se había roto en continentes. Y no lo sabría hasta dentro de bastantes años, gracias a que mi hermano, quiso asegurarse mi educación y no liarme con asuntos, como él me explico llegado el momento, ''de mayores''.


AUTOR: Koizora, para ''Tierra de Rol''.

lunes, 19 de enero de 2015

El Blog y lo referente a él.

Nunca he sido de Blogs, no lo voy a negar. Pero me he preguntado a mí mismo... ¿por qué no?
Total, voy a publicar lo que yo quiero. Pero no vengo sin ideas, ah, desde luego que no. Lo primero que tengo en mente es publicar una pequeña historia sobre un personaje de rol que tenía en cierto servidor, ambientada en el universo de Warcraft (Y no será la única).

Pero eso sólo es mi primer, llamémoslo ''proyecto''. No soy la mejor persona escribiendo ni opinando, y tampoco tengo problemas en no serla. Si estás aquí y sigues leyendo los capítulos que publique, así como reflexiones independientes o simples relatos sin futuro alguno, es porque te gusta. Y si has leído un párrafo y te has ido, pues será por todo lo contrario.

No esperéis de mi una persona totalmente serena. Aunque soy paciente, tengo un humor bastante amargo, amo la ironía y el sarcasmo y a veces no agrado a la gente. Aún así trato de pedir disculpas en todo momento a la gente que no le han sentado bien mi opinión. Pero como bien dicen, las opiniones son como los culos, todos tenemos uno y huelen a mierda. (Eso último es mentira, pero viendo el panorama...).

No te asustes por ver faltas de ortografía, soy humano. No tengas miedo por opinar, tanto si te gusta como si no. Pero sé siempre respetuoso, no por mi, sino para que no os degradéis como persona.


Sin más demora, que comiencen los juegos del... Nah, es broma, odio esa mierda de saga.

Adelante mis minions, que comience la lectura.